Poemas

Publicado en Poesía

…man’s renewed birth
Fulke Greville


XVIII


Como una inmensa mano de monótono silencio
entra la noche.
El azul, hondo hasta lo negro, es un estanque
donde irrumpen y se esconden y se asoman y se esfuman
vacantes
los recuerdos.
Ni una gota de esperanza queda en mi plumaje
aterido
de tanto golpe, tanta lluvia, tanto viento.
Mi cabeza se sumerge, mis patas
bajo el agua
impulsan aguas acaso condenadas al olvido.
Pero otra vez se yergue el cuello, y el aire, el aire
busca mis pulmones.
Y la mano y la noche y el silencio
se despliegan.
Con un lento ademán de sombras largas que se alejan
en el horizonte
albea.

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Solos

Publicado en Cuentos


SOLOS


We live, as we dream—alone. . . .
Joseph Conrad


En cuanto el chasquido de la llave resonó por el pasillo y las escaleras vacías, el hombre, con las yemas de los dedos, empujó la puerta, tanteó la pared a su derecha, encendió la luz y se volvió a la mujer:
—Pasa. Como si estuvieras en tu propia casa —a ellas siempre había que cederles el paso, no importaba lo que fueran o el país del que vinieran; así le habían enseñado de niño y así debía ser.
La mujer, acostumbrada a entrar en viviendas de extraños, miró a su alrededor sin reparo: el vestíbulo pequeño y su perchero, la cocina a la izquierda, el cuarto de baño a la derecha, otra puerta y su penumbra, que más que miedo le produjo curiosidad. Él entró y, sobre una mesita frente al sofá, encendió una lámpara que dio una luz blanco azulada.
—¡Wooo! —se sorprendía ella; pero no por el salón, los muebles, las cortinas; con lo que le había costado buscar, decidir, elegir, comprar; sino que se sorprendía por lo más natural: las paredes de suelo a techo cubiertas de estantes llenos de libros.

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Detrás de la luz

Publicado en Poesía

 

DETRÁS DE LA LUZ


V


A Ricardo Ribas
(1946-2015)


Detrás de la luz, vas, luz tú mismo,
completando los lugares y las cosas que dejaste:
el árbol que a la siesta hacías árbol de Tarzan;
la flecha certera del arco que tensaban
tus propias manos, los fuegos y cuentos
que alargaban las noches de verano;
la casa de madera que fundaste
junto al limonero y fue oficina
del sheriff, banco, guarida, club secreto;
la mesa ya tajeada en la que abrías
ranas y sapos y alguna culebra,
sólo por ver cómo eran;
y las moscas, las avispas, los zánganos
que guardabas en frascos intocables
observando;
y la mochila, la tienda, las botas
de adolescente andariego;
y los perros y gatos que curaste,
y las casas de vecinos que atendiste a medianoche,
y el hospital y sus pasillos urgentes,
y el quirófano de luces chatas donde un rostro
anónimo te cedía su esperanza.
Y tu calle, siempre tu calle, esa magia
en vos concentrada.
Ya no estás. Y aún así, sabemos,
habitas los lugares que habitaste
pero detrás de la luz.


(de Después del Sur)

IX

 

LAS COSAS

                                                                             A los que habitan en mí 

Parece que las cosas que un día fueron tuyas, a veces

al tocarlas tiemblan

como si quisieran renacer

o jamás, contigo, hubiesen muerto,

y esperan tu mano.

 

Porque sólo para nosotros has muerto, sólo para nosotros

has entregado tu vida a esa otra vida

que no abarcamos.

 

¿Dónde andarás,

que ya no completas el aire?

¿Dónde andarás,

que ya no estás en las horas?

 

Vives como se dice en el recuerdo y vivirás

mientras alguien aun sin querer te evoque               

en esos momentos de magia en que el mundo

se hace silencio y se detiene y tú apareces.

 

Y aún después del último

aliento de ese último

recuerdo que te lleva

estarán las cosas que fueron tuyas

y te esperan.

 

                                                                                              (de Después del sur)

 


XXIII


Sagrados
son los muertos
como el alba,
el alba sin sonido
que emerge irrevocable
tras la ventana oscurecida
que despierta la mañana como el aire
que nos envuelve con sus brazos
intangibles como la música encendida
clave silente que se escurre sin tempo
entre las manos fugaces
eternas
como el alba.


(de Desde el Alba)

 

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Desde el alba

Publicado en Libros cat

Un hombre es todos los hombres, le leí alguna vez a Borges. Este poemario tiene esa unicidad de narrador: desde el principio de la vida de todos los hombres, hasta la muerte de uno y todos. Baste decir que Desde el alba fue primeramente publicado en papel en 1988 a través del premio Florián de Ocampo, de la Diputación de Zamora, con un jurado que honra a este autor y de cuyos nombres no quiere aprovecharse. Como claves a este conjunto de poemas, limitémonos a unos nombres: Platón y John Dunne, ingeniero y pensador irlandés. El primero aportó los mundos de las ideas y de las apariencias; el último, su teoría del tiempo serial, ya en sí poética, que cala en las imágenes y la misma estructura de los poemas. No creo que este libro sea para el amante de la poesía desnuda; aunque también es cierto que el misterio del poema puede obrar milagros. Dejo un par de muestras: 

Introducción

 

I

 

Desde la memoria

recobrada más allá del último

reflejo en la clepsidra

se esparce ante mí

inmóvil

difusa

solariega

esa vasta llanura de tiempo

o de vacío.

El recuerdo nace, perfecto como un viento

que se agolpa sobre aquellas

horas verticales

desmantelando las arenas imposibles,

los sueños secretos,

las manos ansiadas, el diluvio

de jazmines cotidianos destinados al reposo,

y en él, el recuerdo, el viento, hallo,

oh piedad inesperada, el punto exacto,

el rincón donde se abrazan la nada y el diamante,

la voz perdida,

el beso ausente, y toda esa materia

incomprensible.

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